El otro día me di cuenta de que mi hijo ha crecido y estamos en un casi casi TU A TU. Fue mientras recogía el tendedero, siempre hago dos grupos con su ropa y con la mía, y de ahí al armario, pero el otro día no supe dónde poner unos calcetines, no tenía claro si eran suyos o míos. FUE EL MOMENTO EN QUE ME DÍ CUENTA DE QUE NOS HAYAMOS EN OTRA FASE, SU PIE ES CASI COMO EL MÍO… Cercanía en el tamaño que traerá consigo (ya lo está haciendo) un trato más de igual a igual, inevitable.
Sabemos que no es bueno ser amigos de los hijos, que hay que mantener un rol de autoridad porque aunque no lo sepan es lo que necesitan, límites que luchar por romper, lucha necesaria para marcar quiénes son. Sin límites no hay nada que romper y por lo tanto no hay de qué diferenciarse, y necesitan diferenciarse de nosotras, de sus madres y padres, para sentir que crecen, que son seres independientes. OK. Eso me deja en una situación delicada porque:
- El ya piensa por sí mismo y tiene criterio, por lo cual SABE CÚANDO NO TENGO RAZÓN por más que yo trate de engatusarlo. Es decir, MIS NORMAS HAN DE TENER SENTIDO. Toca currar y pensarlo bien todo.
- Aun a pesar de entender algunas cosas que hago, bien puede ser que no me dé la razón, pues SU OBJETIVO ES CONSEGUIR SUS OBJETIVOS, y ya no puedo cogerlo en brazos y llevarlo a donde yo quiera.
La adolescencia es así. Nos encontramos con una situación a la que adaptarnos, los enfrentamientos a partir de ahora serán distintos… Como siempre, SEGUIRÉ ESFORZÁNDOME EN LAS RECONCILIACIONES. La relación con nuestros hijos e hijas no deja de ser otro tipo de relación interpersonal, y siempre que hay personas distintas hay maneras de ser diferentes que en algún momento opinan distinto y discuten para llegar a acuerdos, por ello LOS CONFLICTOS SON INEVITABLES y signo de una relación saludable donde ambas partes sienten libertad para expresarse. Además, tal como decimos las terapeutas cuando vemos a parejas, NO IMPORTA LA DISCUSIÓN SINO CÓMO SE RESUELVE.
Observando a madres y padres tratar a sus hijos/as, escuchando cómo llueven insultos de pareces tonto, qué inútil eres, vaya desastre estás hecho, no haces nada bien… me plantee hace mucho tiempo que siempre trataría a mi hijo como lo haría con el hijo de una persona querida, para ponerle límites pero siempre desde el respeto, pues creo que de alguna manera respetamos más lo ajeno, que A QUIENES MÁS QUEREMOS ES A QUIENES MENOS RESPETAMOS, A QUIENES PEOR TRATAMOS. No sé por qué. Será que al quererle tanto nos importa todo tanto, nos da tanto miedo educar mal, nos sentimos tan responsables de sus fracasos y éxitos, tan protagonistas en sus vidas… que EL ESTRÉS NOS PUEDE, y claro, tampoco nos educaron para saber manejar esas emociones. Eso o directamente, siguiendo la sabiduría de los refranes, que “donde hay confianza da asco”.
De cualquier modo, LA BUENA NOTICIA ES QUE SE PUEDE EDUCAR SIN ATACAR, no hace falta gritar o intimidar para tener autoridad, de hecho todo el mundo escucha más cuando percibe respeto, a cualquier edad ocurre así… Cuando son más pequeños tal vez consigamos las cosas “por las bravas”, pero EL EFECTO DEL MIEDO TIENE FECHA DE CADUCIDAD, desaparece al término de la infancia (en el mejor de los casos), luego no suele funcionar. CUANDO NO SABEMOS DE QUIÉN SON UNOS CALCETINES MÁS NOS VALE PONER LÍMITES DESDE EL RESPETO Y LA ESCUCHA O PERDEREMOS SU RESPETO Y NO ESCUCHARÁN. Así de sencillo y de complicado.