Los miedos muchas veces me distorsionan la realidad
Decía una de mis pacientes mientras me relataba alguna de sus experiencias. El miedo la acompañaba a menuda cuando se relacionaba con otras personas, de modo que demasiadas veces pensamientos como “lo que he dicho le parecerá una tontería” o “¿qué habrá pensado de mí?” o “mejor debería callarme”… le pasaban por la mente en situaciones sociales.
El intenso deseo de ser aceptada le hacía temer el rechazo. Es como si se pusiera unas gafas de distorsión negativa cuando estaba con otras personas.Así, solo se fijaba en cuando no le escuchaban, no le saludaban, no le hacían caso… y no veía las muchas ocasiones en que sucedía lo contrario. Además, interpretaba esas reacciones como señales de que no querían estar con ella, de que no caía bien… Y en cuanto a sí misma, solo se fijaba en sus comentarios “inadecuados” o reacciones “torpes”… en vez de ver todo lo positivo que daba a los demás.
En terapia pudo verlo y comenzó a cambiar las gafas de distorsión negativa por otras más realistas, y poco a poco fue sintiéndose más tranquila y confiada. Por supuesto, sus relaciones sociales mejoraron, pues todos somos como bombillas que proyectamos lo que llevamos dentro.
Inició una relación de pareja, donde vivió el sexo por primera vez con gusto. Por primera vez, sin gafas de distorsión negativa, sin esos pensamientos de “no le va a gustar” o “no lo estoy haciendo bien” o “parece que no está a gusto” o “le cuesta excitarse porque no le gusto” o “se ha corrido muy rápido porque no le importo”. Comenzó a cuestionárselos, pensando…
-¿Y si resulta que le gusto?
-¿Y si lo hago bien?
-¿Y si me equivoco y está agusto?
-¿Y si le cuesta excitarse porque está nervioso por lo mucho que le gusto?
-¿Y si resulta que se ha corrido muy rápido porque le excito mucho?
Así… en todo. Introducir una duda razonable es la mejor manera de ganar seguridad en nosotros/as mismas/os.