Cuando desaparece la «chispa»

 

Planteamos la realidad que viven muchas parejas, homosexuales y heterosexuales, no hay diferencias cuando hablamos de sentimientos, de amor. Una realidad que habla de años de convivencia, experiencias, ilusiones y momentos duros juntos/as… y de un presente que ya no es igual, el sentimiento ha cambiado mucho, desapareció la chispa, se instaló la rutina arrasando poco a poco pero de forma implacable lo que un día pensaron indestructible. Discuten. Hay tensión. No hay sexo, y cuando lo hay es de forma medio obligada, y no me refiero a una imposición, sino más bien a una autoexigencia desde el sentimiento de culpa “debería tener ganas, me da pena mi pareja, voy a hacer un esfuerzo”, que lógicamente deja un regusto más agrio que dulce en las dos personas, aunque también un cierto alivio durante unos días “he cumplido hasta la próxima”, que cada vez se hacen más largos.

Surge la idea de la separación, se habla o no, pero se piensa, se nota, se siente, da miedo, angustia, la familia, el piso, las amistades, TODO. Mi vida es esta persona y después… ¿Después qué? Si hay niñas/os la dificultad, el miedo, el remordimiento, la angustia se multiplican por mucho… ¿hasta qué punto tengo el derecho de influir así en la vida de tanta gente? ¿No es tremendamente injusto que tengan que sufrir tantas personas solo para que YO deje de vivir algo que no me llena? La respuesta es un NO gigantesco en la mayoría de los casos, y más dolor, tristeza, angustia, DUDAS. Pero no soy feliz. Y estoy amargada/o, y grito, o lloro, me desespera cualquier cosa porque estoy llena/o de desesperación, porque no sé qué esperar y nadie me ayuda.

Y la otra/o no sabe cómo ayudar, o no sabe qué pasa y prefiere no preguntar porque en realidad en su interior lo SABE, y si no se habla no existe, y no quiere que ocurra. Todavía le quiere mucho, casi como al principio, el amor con el tiempo cambia pero en su caso sigue siendo intenso e indestructible y siente que si termina para ella/el no habrá solución porque es imposible que deje de quererle, no podría querer a nadie más, le faltaría siempre. Aunque a veces se harta y surge la voz interior “si quiere que me deje, no tengo por qué aguantar esto, es humillante”, pero al momento el MIEDO, “no podría soportarlo”. La esperanza de que tal vez haciendo planes que saquen de la rutina, teniendo tiempo para nosotros/as y dejando a los niños de vez en cuando… Es la UNICA SALIDA.

Camino difícil cuando se recorre con cansancio acumulado, pero única opción posible  y la más inteligente ya que para dejarlo siempre hay tiempo. A veces el amor ha desaparecido pero otras simplemente está oculto, debajo de capas y capas de rutina peleas convivencia… He visto parejas superar el bloqueo y recuperar la chispa. He visto otras que lo intentaron y no pudo ser. En cualquier caso, EL MAYOR RIESGO ES NO INTENTARLO. Viene bien un poco de asesoramiento de alguien externo (mejor si es profesional) porque esas capas no son fáciles de levantar… máxime si hay infidelidades por medio. A VECES ES POSIBLE HACER POSIBLE LO IMPOSIBLE. Y evitamos esos terribles “¿Y si hubiera…?” que duelen en el futuro, sobre todo cuando hay niñas/os.

Y una pareja ha de ser un equipo también cuando la relación se apaga, hablar, darle al otro/a el respeto que merece y decir cómo me siento, que me duele, que ojalá podría quererle de otra manera, abrazarse, llorar juntos para aceptar con infinita tristeza pero con calma el final de esta etapa de la vida y poder abrirse a la siguiente, quién sabe si será mejor… EL FINAL DE ALGO SIEMPRE ES EL PRINCIPIO DE OTRA COSA.

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