DEPRESIÓN. Tengo una losa invisible sobre mí en todo momento, desde que amanezco hasta que consigo dormir. Cuando digo que estoy hundida, lo siento literalmente, como si la gravedad tuviera más fuerza conmigo, veo al resto de personas ligeras y a mí me cuesta tanto moverme… Y tengo unas gafas que me hacen ver las cosas mal; funcionan hacia el exterior y hacia el interior, veo a mi alrededor todo negativo y a mí misma fatal, inútil, un desastre.
Veo a la gente como amenazas, en el sentido de que me asusta lo que opinen de mí, y me alejo, o estoy borde, o permito cosas que no debería, no tengo personalidad por si choca con la suya. Ultimamente me pasa demasiado y con demasiadas personas, casi no se libra nadie.
Tengo miedo. Temo hacer algo mal y también sentirme mal. Es absurdo temer sentirme mal cuando ya estoy sufriendo, si ya estoy en el hoyo y con esta desagradable pesadez encima, como una losa invisible.
Tengo miedo de que las exigencias diarias me superen, porque de hecho muchas veces me superan y me siento tan vulnerable que da miedo.
Ante todo y sobre todo no quiero que todo esto se me note, pero a veces es difícil disimular, no doy más de sí, soy como una tela que estiras y estiras pero en algún momento se romperá, no puedo «mantener el tipo» siempre. Y como esto ocurre todos los días, cansa mucho, y la tela se pone muy fina y tengo miedo. El miedo.
La losa en mi cabeza, la piedra invisible, hace que mis movimientos y mis frases sean lentas, pesadas; creo que transmiten mi cansancio infinito, o que yo siento infinito cuando ocurre.
A veces todo esto pasa menos y veo luz, a veces vuelvo a ser la de siempre, pero son muy muy pocas veces. Me dicen que si me esfuerzo lo conseguiré. Ojalá.
Esta pequeña historia, este breve testimonio, es mucho más frecuente y real de lo que pensamos, o tal vez sepamos que ocurre y mucho porque lo hemos vivido en nuestra persona o en nuestro entorno. Hay procesos depresivos que sin llegar a considerarse depresión es muy importante prestarles atención y el cuidado necesario para que no empeoren y lleven a un estado de hundimiento mayor, del que cuesta más tiempo y esfuerzo salir, y que en muchos casos requieren medicación. Cuanto más bajemos más dura y larga será la subida. Merece la pena cuidar nuestros estados de ánimo, y si no podemos hacerlo solas/os, con ayuda. En esto, como en todo, la prevención es fundamental, y si «cogemos a tiempo» el dolor interno, el estrés, la angustia… más fácil será la recuperación.