Hace unos días escuché a un adolescente lo siguiente: «Para hacer el amor es mejor estar relajado y no pensar en otra cosa que no sea eso». Pensé que en algún sitio alguien está haciendo buena educación sexual, tal vez sus padres o vete tú a saber, pero este chaval en un frase dio la clave del bienestar sexual.
En la práctica es complicado seguir su consejo, porque vivimos acostumbrados a llenar la mente de estímulos y no es fácil dejarla en calma, sin que exista otra cosa que la sensación del momento. Sin querer, la cabeza se nos va a eso que tenemos pendiente, o a lo que nos ha pasado durante el día, a ese problema sin resolver…
Y nos sentimos mal, porque sabemos que «deberíamos» centrarnos en lo que estamos haciendo, vivir el momento, nos vemos incapaces de hacer el amor como «debería» ser, de sentirnos como «deberíamos». Demasiados «debería», demasiadas exigencias en nuestras mentes, aunque no nos demos cuenta.
Consecuencia: No estamos a gusto y disminuyen las ganas de hacerlo otra vez, baja el deseo sexual pues por naturaleza todas las personas tendemos a evitar lo que nos hace sentir mal. Y es bien sabido que cuando se evita lo que da miedo, cada vez da más miedo.
Pero… ¿cómo afrontar un momento que «debería» ser bueno si lo que me causa es frustración? Esta cultura sexual ha creado demasiados «debería» y pocas alternativas para el bienestar sexual. Pero las hay. Desterremos expresiones como «dar la talla», «cumplir», «estar a la altura», «funcionar» en el sexo… que sin darnos cuenta crean una forma de sentirnos, y de reaccionar, a veces con bloqueo, sin erección, sin orgasmo, sin disfrutar… porque hay tensión y como bien dijo aquel adolescente que por casualidad escuché «para hacer el amor es mejor estar relajado y no pensar en otra cosa que no sea eso». Olé por él y por quien educa en la calma y el bienestar. El resto, podemos cambiar y mejorar siempre, la terapia funciona.
